miércoles, 22 de enero de 2014

Siglo XXX

Yo era el ganador de la  beca y estaba emocionado. Mamá lloraba, se preguntaba cuánto tardaría en volver a verme “si es que regresas sano y salvo” gimoteaba. Hacía tiempo que había desistido de entender mi pasión por la naturaleza y la exploración de nuevos mundos, pero ahora, al ver que pasaba de la teoría a la práctica, sentía miedo por mí. Yo la tranquilizaba diciendo que estaba preparado para sobrevivir en aquel ambiente hostil y primitivo. No le dije que era improbable que regresara y que mi misión era más importante que mi propia vida. Ella no podía entender qué necesidad tenía de ver los antiguos y extintos océanos, respirar sin bombonas de oxígeno y contemplar el verdor del planeta. Viajar al pasado  era una estupidez decían todos, pero los científicos sabíamos que era la única forma de cambiar el presente.

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