-Quirófano 2 libre, pasad a la
número 5.
-Vaya, ¡soy un número¡ - me dije
-¿y qué quieres rubia?, así es la
vida- me susurró una voz gutural, cerca, tan cerca que casi creí que estaba en
la misma cama.
Miré alrededor, pero no había
nadie. Las enfermeras más cercanas distaban unos cuantos metros y el celador
que se dirigía hacia mí, esbozó una sonrisa y con una voz cantarina me dio
ánimos, que ya entraba en quirófano y en un ratito nos veíamos.
-En fin, imaginaciones mías-
pensé –efectos del calmante, nervios, qué se yo…
Me pusieron una vía, no sin
protestar porque tengo muy malas venas –pues te jodes- pensé, es tu trabajo
¿no?
-Pero el moratón te va a salir a
ti rubia…- la misma voz profunda y siseante. Desde luego no era la de las
enfermeras que me rodeaban y pasaban de la cama a la camilla de la sala de
operaciones.
Un hombre de verde, cirujano a
todas luces, apareció por la puerta y se puso a revisar papeles. –Electro
perfecto, tienes muy bien el corazón… esto… María- dijo mirando la pegatina con
mi nombre que identificaba un gran sobre color ocre.
-¿la rubia?, ¿qué tiene bien el
corazón?, si tú supieras… le falla tanto como el coco… y le siguió una
carcajada que rebotaba en la quietud de la sala. Nadie, ninguna enfermera ni el
cirujano parecieron oírla.
El doctor seguía revisando
informes y hablando en voz alta:
-Los análisis también correctos…
la tensión… ajá aquí está, resultado de la radiografía… ok, bueno, esto María,
ahora te vamos a ir sedando para ….
-¿radiografía? A mí no me han
hecho ninguna radiografía…
-Pues no rubita, no, ja ja…
-¿Quién eres?- Pregunté lo más
alto que pude, pero ninguno de los presentes hizo amago de escucharme.
-Tú sabrás, tú me has convocado…
ya sabes a veces hay que tener cuidado con lo que se desea…
A riesgo de parecer absolutamente
idiota no puede evitar pensar en los tres fantasmas de la Navidad de Dickens.
¿el del pasado?
-nooooo
-¿el del presente?
-hum… no
-¿el del futuro?
-Quizás…
-¿Quién eres?- nadie escuchaba mi voz, o mis
pensamientos o lo que fuesen, pero si alguien hubiese podido hacerlo seguro que
los tildaba de… de ¿histéricos?
-¡Ay rubia!, pero qué
melodramática que eres… que no le llegas a la altura a Dickens, ¿cómo van a
venir a verte los grandes fantasmas temporales?, me temo que te tienes que conformar
conmigo…
-¿La voy a cascar?- supongo que
si hay que ser patética y hacer semejante pregunta, un fantasma propio no es
mal contertulio después de todo.
-Por supuesto… algún día, ¿qué? ¿tienes
prisa por ir al otro lado?
En esos momentos estaba ya casi
segura de que esa era mi última conversación terrenal, cuando el cirujano apremió
a una de las enfermeras:
- Venga ir preparándola, mientras
hace efecto el sedante.
Note como en sueños unas manos
frías y enguantadas me iban desnudando, -tenían que rasurarme- dijeron
-¿qué? ¿cómo lo ves rubita? Pasar
al otro mundo en culo pajarero y con depilación brasileña… no son formas de
presentarse ¿no crees?, además ya sabes que te quedarás así para toda la
eternidad…
Si hubiese podido gritar, llorar,
lo hubiese hecho, lo juro, pero en ese preciso instante el cirujano exclamó:
-Pero, pero ¿qué hacéis?... ¡que
le operamos de la nariz!
-noooo, que nooo- quería gritar
pero no emitía ningún sonido – que me operan de una variz!
El médico se acercó y me bramó al
oído:
-Y tú ¿qué? Donde se ha visto que
le depilen los genitales a nadie por una operación de nariz. ¿Es que no sabes
quejarte?
-uyyyy, señor doctor… si usted
supiera de todo lo que se queja esta rubia a todas horas…
-¡Que alguien me escuche, por
favor!, que me tienen que operar de una
variz, por favor… por favor…
-María, despierta, despiertaaaa,
que te has quedado dormida antes de la operación. Anda que ya te van a bajar.
Había sido una pesadilla, ¡uf que
alivio!. El celador me bajó al quirófano donde mi médico –Guille- un argentino
descendiente de emigrantes vascos me soltó un:
–María, ¿Qué, tranquila no? Me dicen que te
has dormido antes de bajar, qué bien oye, igual hasta nos ahorras la epidural…
-Sí, me he dormido, hasta con
pesadilla y todo…
-Ahora dormirás más- dijo
mientras la anestesista punzaba mi espalda.
-Contame, María, ¿qué soñaste?
-Un fantasma me visitaba y me
tomaba el pelo…me vacilaba…
-Será el fantasma del humor ¿no? ¡Qué
fantástico! Ojalá se os quede mucho tiempo con vos… Escribila mujer, escribila,
haced uno de vuestros cuentos, que se os da bien.
La anestesia empezó a causar
efecto y mientras mi vista se nublaba volví a oír la voz.
-¿Has escrito… tu testamento …
rubia….?