El resplandor le cegó y le sumió
en un extraño letargo. Cuando abrió los ojos, cientos de seres le miraban: eran
monstruosos, con sus cabezas viscosas y unas colas enormes. Quiso gritar pero únicamente
escupió unas burbujas de aire henchidas por el pánico.
-Síguenos hermano- susurraron
unas bocas repletas de diminutos dientes.
Giró sobre sí mismo y comprobó
con espanto que era uno de ellos. Recordó y lo comprendió todo. Un escalofrío eléctrico recorrió su piel… ¡la
hechicera le había transformado en renacuajo!
Deberían
pasar muchos años hasta que un beso consiguiese despertar al príncipe que
llevaba dentro. ¿Quedaría alguna princesa en el mundo que aún creyese en la
magia?
Precioso. Felicitaciones también por el "animado". Abrazo. Ana U.
ResponderEliminarMaría, hoy de nuevo al ver el vídeo, además de parecerme algo delicioso he escuchado la música y he recordado a un amigo que pasó una grave enfermedad. Los amigos le hicimos regalos, a mí se me ocurrió llevarle un libro... pensé que le entretendría... es muy conocido... un totxo, mi sorpresa fue que cuando le volví a visitar le pregunté si le había gustado y éste me contestó: "Lo siento, Ana, solo me apetece oír música clásica...". Entonces me dí cuenta que había hecho un regalo "a ciegas". Hubiera sido mejor preguntar a la familia sobre lo que en aquellos momentos duros más le apetecía y en este caso hubiera sido mejor llevarle... un bonito CD de música.
ResponderEliminarUn abrazo. Ana U.