Es curioso como a veces
unas pocas palabras pueden resumir una vida, y esta archiconocida frase bíblica
me viene muy bien para referirme a una historia, triste y real, que hoy día de
la madre me viene a la cabeza.
No conozco personalmente a
JG, “Jotagé”, pero me sé su vida y miserias y supongo que es probable que él
también sepa de la mía, así es la vida de extraña, que no conocemos al
compañero de la oficina pese a llevar veinte años trabajando en el mismo sitio,
y sin embargo sabes detalles íntimos de un tipo que vive a miles de kilómetros
y al que nunca has visto. Siglo XXI me temo.
Jotagé, está casado con Emma,
que es muy amiga de una amiga mía. A mi amiga le preocupa esta relación y de
ahí que me conozca sus vidas. Jotagé fue hijo de millonario que nunca le prestó
atención, bastante tenía el hombre en casarse y divorciarse, y de madre siempre
ausente, volcada en su carrera de artista. Pasó la infancia entre nannys y el
caserón de su abuela, señora anclada en el siglo XIX que acostumbraba a
castigar al pequeño Jotagé en el sótano cada vez que hacía alguna trastada. A
los dieciocho reclamó su herencia y la dilapidó viajando por el planeta y en todo
capricho que se le antojó. Para los veinte pico estaba arruinado, sin ningún oficio
ni estudios. Su padre fallecía por aquellas fechas y la madre, ya consagrada en
los teatros de media Europa, se negó a dar dinero a un despilfarrador por muy
hijo suyo que fuese. La relación, ya de por sí esporádica entre madre e hijo,
se redujo a un par de visitas al año y celebraciones como la boda de Jotagé y
Emma y el nacimiento de sus hijos.
Los años han hecho de la artista
una septuagenaria estrella en el olvido, de Jotagé un cuarentón gris, que
trabaja de lo que puede y cuando puede, de Emma una trabajadora infatigable
para sacar a la familia a flote, y de mi amiga su paño de lágrimas.
Hace no mucho, la madre les
ha indicado su deseo de mudarse a su ciudad y así, ahora que por fin tiene tiempo
libre, disfrutar de la familia. Quizás sonará cruel, pero Jotagé ha sido
inflexible, ella solo quiere que alguien la cuide ahora que ya se hace mayor,
ella sigue siendo egoísta dice, ella que no le cuidó jamás de niño. Ella no fue
madre, y por tanto él no es hijo.
Aquí, al invertir los
papeles, la parábola del hijo pródigo no se cumple, y queda claro que si no
siembras, no recoges.
Lo peor de todo, como
siempre, es que la historia tiende a repetirse y Jotagé por desgracia tampoco
siente excesivo afecto por sus niños, quizá es que la paternidad es mucho más
que pura biología, y tenga como ya he dicho, bastante de botánica.
Cuidad los brotes,
regarlos, que florecerán y darán frutos.
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