Es
el tercer cadáver que encontramos este mes, y de alguna manera sé que no será
el último. Exactamente el mismo patrón, el mismo crimen, distintas víctimas.
Aún no hemos encontrado ningún nexo entre ellas: un camello de poca monta, un
ejecutivo corrupto y este último, un proxeneta. No me explico que podrían hacer
en mitad de la noche en el parque.
Mis
hombres están peinando todo el perímetro, pero ninguna de las otras veces se ha
encontrado nada. Únicamente las huellas de los muertos. Es evidente que
corrían, huirían, pero ¿de quién? no hay huellas ni pisadas. Algo les acechaba
pero la teoría de una alimaña no se sostiene. Y si fuese un rapaz, habría
plumas… los técnicos no se lo explican, pero todo apunta a que el ataque fue
desde arriba.
Es
escenario es dantesco: la cabeza seccionada en el suelo, el resto del cuerpo, desmembrado,
puré de personas flotando en un mar de
sangre en la fuente del parque. Parece un crimen ritual. Del laboratorio me
indican que hay marcas de garras poderosísimas y rastros de pintura metálica.
Definitivamente hay una mente superior tras los crímenes.
Hace
días que vigilamos el recinto, se cierra la verja cada noche y hay coches
policía patrullando. ¿Cómo han entrado, tanto víctimas como asesino? La prensa
habla de demonios o monstruos, algo no humano. Una especie de justiciero, al
fin y al cabo, los muertos eran todos delincuentes. Tengo un mal
presentimiento.
Esta
noche cazaré al asesino, necesito este triunfo en mi maltrecha carrera, y sobre
todo en mi autoestima. Abandono el parque, echo un vistazo atrás y en mi retina
la imagen de la fuente, con sus pequeños angelitos de bronce sonriendo por
encima de las miserias humanas. Siento un escalofrío extraño, como la primera
vez que me dejé sobornar.
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