Sin saber por qué, le di un puñetazo
al pasar a su lado. El punching ball rebotó y me devolvió el golpe. Entonces,
con rabia, me ensañé con el saco de boxeo y castigué sus costados hasta
lastimarme los nudillos. Al salir del gimnasio me sentía más cansado pero igual
de rabioso. La chica de la entrada me sonrió y me deseó buenas noches, no sé
explicarlo pero una sonrisa bailó en mis labios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario