El testimonio del naufrago trastornó al
capitán. Al parecer escuchó algo que hizo
que perdiese el sueño y cambiase
radicalmente el plan de navegación.
Impuso unos turnos abusivos de guardias, un racionamiento de los víveres y el total
decomiso del ron. Tras tres meses la
tripulación estaba a punto de amotinarse cuando el vigía divisó tierra. La isla
del mayor tesoro jamás descubierto. Ahí comenzaron los verdaderos problemas: el
reparto del botín. Los marineros reclamaban tanto como los oficiales; los
jóvenes no entendían que la experiencia valiese más monedas; los que llevaban
parche y pata de palo exigían pluses y minusvalías. Hice lo que pude intentando
representar a todos ellos justamente hasta que la tomaron conmigo y me
arrojaron a los tiburones. Entonces juré venganza eterna y que en el futuro nunca se librarían de mí. Donde
haya un pirata siempre habrá un abogado.
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