Aquí
están, como cada atardecer, al otro lado de la valla. La misma retahíla de
siempre. Que así no se hace un buen fuego, que les dé la vuelta ya, que soy un
chapuzas. Por fin llega el capataz y pide calma, que soy el becario y es mi
primera quema de almas.
Me
miran con desprecio. El de la dentadura postiza la hace rechinar, otro me
escupe azufre, y al final se van moviendo el rabo y contando batallitas de los siglos
pasados, muchísimo más demoniacos.
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