Soy cobrador. Me contratan
para cobrar deudas. No cuestiono si son justas, no me involucro personalmente,
hago mi trabajo y punto. Durante el día me embuto en mi frac, con el impongo
respeto, miedo diría yo. Primero estudio a mis víctimas, busco el momento
apropiado para abordarlas, me gusta ser discreto, que hay mucho chapucero en la
profesión. Finalmente les quito todo lo que tienen, ellos se lo han buscado
digo yo. Hoy mi objetivo me lo está poniendo difícil, llevo horas siguiéndole
hasta llegar a este callejón. Me acerco y como siempre saludo quitándome la
chistera y diciendo mi frase: “Caballero, vengo a saldar una deuda”, y abro mi
maletín…
Un disparo amortiguado y
mi cuerpo se desploma contra el asfalto.
La notificación de embargo vuela por los aires y lo último que oigo es:
“Maldita sea, sólo era un cobrador del frac”…
No hay comentarios:
Publicar un comentario