Este relato ha sido presentado a ENTC Noviembre bajo el lema de "En el camarote 115 del Titanic",
La llave
—Su nombre, por favor —el
primer oficial del Carpathia posa la mirada en la gargantilla de diamantes
—lady…
Ella se envuelve en el
abrigo y tiembla al recordar al monstruo hundiéndose. Siente en sus huesos los
codazos y empujones que le han arrastrado por cubierta hasta el bote
salvavidas. Regresa la angustia de
correr a trompicones por el laberinto de pasillos y cubiertas. Recuerda haber
cerrado la puerta del camarote, cogido los diamantes y los ojos incrédulos de Maurice.
El calor del odio y la fuerza del desprecio. El coraje de ser madre y la
humillación a los bastardos. Descubrir que el deseo no es amor y que frac y
cofia viven en cajones separados. Maurice aferrándola por el brazo, «Deja eso, saca
de aquí a mi esposa, salva a mi heredero». Su señora llamándola «Melany, muchacha,
reacciona, el barco se hunde, ayúdame
con las joyas». El sobresalto del impacto, dicen que contra un iceberg, la
devuelve a la realidad del día después.
—Madame Chevalier —balbucea palpándose el vientre —y el
futuro Señor de Lautrevié —de un bolsillo extrae la llave 115 prueba de su
futura identidad. En el otro aprieta las tijeras de su pasado.
Ilustración de Rosa Iglesias
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