José nota como le
temblequean las manos al anudarse la corbata –es la emoción de volver a verla-
se dice. Como cada tarde se coloca un clavel rojo en la solapa y sale risueño
calle abajo. Lleva ya un año cortejándola y sus pies se saben de memoria el
camino. Cuando toca a la puerta la
preciosa María está tan guapa como siempre, aunque… ¿Qué es eso? ¿Un pendiente
en la nariz?
-Abuelo… ¿ya te has vuelto
a escapar de la residencia?
Entonces, de golpe, los 50
años que separan ambos recuerdos se aúnan y José sonríe.
-Sí, nena, me he vuelto a
confundir, pero el clavel es para ti.
¡Qué tierno, MEL! Me gustó mucho, de verdad. Me encanta cómo decidiste terminarlo, dándole la posibilidad de pulverizar esos 50 años para sonreír y obsequiar un clavel... Besotes.
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