Cabizbajo
abandonó el despacho donde se había celebrado el juicio de faltas,
uno más para su historial. Según sus cálculos en unos minutos le
reclamarían en el tribunal. A la jueza ya la conocía, inflexible, rayando la
crueldad con sus peroratas eternas sobre el bien y el mal. El juez suplente,
amigo de las acciones compensatorias. Encima era reincidente, lo llevaba claro.
Debía actuar rápido, necesitaba la asistencia de su socio y si tenía que llegar al soborno o incluso
chantaje, lo haría sin pestañear. Pero ¿con qué? Ajá, le prestaría la consola y
la renuncia formal a darle toñejas durante una semana.
-Canijo
–gritó- estooo quiero decir hermanito, ven por favor...
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