Desde las almenas los
exhaustos arqueros abucheaban al ejército contrario que se batía en
retirada. Todos gritaban: -¡Victoria,
somos libres!-. Los cautivos, entre los que estaba el príncipe atacante, fueron
llevados ante el Rey. El pueblo exigía sangre. El sabio monarca habló así:
-La libertad es no ser
esclavo, ni de otros hombres ni de uno mismo. Ya no tenemos enemigos, no seamos
presos de nuestras propias venganzas. Liberadlos.
El príncipe, conmocionado
por tales palabras, añadió:
-Un vencedor puede perdonar
la vida, un amigo regala libertad. Acepta mi amistad y lealtad por siempre.
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