Quise abandonar el nido:
volar para ser libre. Me elevé, a veces mecido por la brisa, otras arrastrado
por las corrientes. Sobrevolé el arco íris, y reposé en las nubes. Surqué
grandes distancias al abrigo de las bandadas migratorias y también aprendí a
planear en soledad. El viento fortaleció
mis alas y la lluvia me curtió. Ahora, que
ya domino los vientos he aprendido que lo más grande de ser pájaro, no es
volar, sino tener un nido al que regresar.
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