Mientras su padre cerraba
la tapa del contenedor, su madre lloraba mares de lágrimas,
lo único en lo que son ricos los más pobres. Él se abrigó como pudo el frío del
alma, de la casi certeza de no volver a verlos. En unos pocos días todo habría
acabado, estaría muerto en el fondo del mar o seguiría siendo pobre, pero
menos, en el mundo blanco.
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